Alguna vez un lector nos mencionó que había perdido a su padre. El problema era que no sabía cómo gestionar su dolor frente a su hermano pequeño, quien tenía nueve años en ese entonces.
Comúnmente nos sentimos tan abrumados por el dolor y la tristeza de una perdida, que nos parece incorrecto expresar esas emociones frente a los más pequeños, y cuando no podemos contenerlas, no sabemos de que manera explicar lo que esta pasando para tranquilizar a quien nos observa y que no se sientan responsables, pues cuando un niño ve a un adulto llorando (o muy triste) suele preguntarse qué le pasa. Y a veces (porque los niños son propensos al pensamiento mágico y pueden ser muy egocéntricos) concluyen que estás molesto por algo que ellos hicieron o dejaron de hacer.
No hay nada malo en decir: “Estoy llorando porque echo mucho de menos a papá y eso me hace sentir muy triste”. Dejar que los niños vean nuestras propias reacciones de dolor, junto con una explicación tranquilizadora para ellos (para que sepan que nuestras lágrimas no tienen nada que ver con algo que ellos hicieron o dejaron de hacer), modela y normaliza el dolor y les da permiso para sentir y expresar sus propios sentimientos de tristeza. Incluso puedes decir algo como “¿Te sientes así alguna vez?”.
Tal vez te preguntas qué edad debe tener para que puedas hablarle de esto. Los niños lo bastante mayores para amar son lo bastante mayores para sufrir, aunque la forma en que experimenten y procesen su duelo variará en función de su edad, nivel de desarrollo y otros factores.
Por eso sugerimos ofrecer una explicación muy sencilla (y sincera): “Echo de menos a papá y me siento muy triste por eso en este momento”. Y al añadir la pregunta: “¿Tú también te sientes así alguna vez?”, de esta manera estás abriendo una puerta por la que él es libre de pasar, o no.
No puedes obligar a nadie a abrirse a ti, pero sí puedes transmitirle que estás dispuesto a escucharle si alguna vez siente la necesidad de hablar.